Voces…

Todos las escuchamos, estas vocecitas que siempre nos hablan… pero son ellas que deciden… ayudarnos con sus consejos o desmoralizarnos con sus reprimendas… A veces las llamamos conciencia, a veces solo «estas vocecitas»… responsables de cuidarnos, culpables de remordimientos…

A veces agradezco su existencia, a veces las odio… Malditas voces, déjen de hablarme, déjenme en paz… es mi vida, no la de ustedes… «¿A caso quieren que no estoy feliz… Que me arrepiento de todo?»… Les digo «No, esta vez me escuchan a mi… Acéptenme como soy, porque eso es mi verdadero yo!»…

Estoy cansado, cansado de escucharlas… Cansado de sentir estos maltratos en mi mente, estos castigos… ser esclavo de sus palabras… No existe ningún escondite, no importa donde me encuentro, están allí, esperándome… Listos para corregirme, para desmoralizarme…

¿Dónde estaban cuando más las necesitaba?
¿Porqué me hablen cuando menos quiero escucharlas?

Malditas voces… Expertos en convertir la felicidad en tristeza, el deseo en pecado, la libertad en ansiedad, la pasión en perversión, el amor en odio…

Malditas voces… Déjenme vivir, déjenme tomar mis propias decisiones, aunque malas, aprendo de ellos… No me desmoralicen…

Malditas voces… Cállense, cállense por unos momentos… Permítanme disfrutar de mi vida, sin remordimientos…

Malditas voces… Quiero vivir, quiero gritar, quiero saltar… Quiero sentirme, disfrutarme, alegrarme… Quiero vivir, simplemente vivir…

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